martes, 17 de abril de 2018

DON ÁLVARO O LA FUERZA DEL SINO. (Jornada 1ª, escenas I y II)

PERSONAS
DON ÁLVARO.
EL MARQUÉS DE CALATRAVA.
DON CARLOS DE VARGAS,   su hijo.
DON ALFONSO DE VARGAS,   ídem.
DOÑA LEONOR,   ídem.

CURRA,   criada.

PRECIOSILLA,   gitana.
UN CANÓNIGO.
EL PADRE GUARDIÁN DEL CONVENTO DE LOS ÁNGELES.
EL HERMANO MELITÓN,   portero del mismo.
PEDRAZA y OTROS OFICIALES.
UN CIRUJANO DE EJÉRCITO.
UN CAPELLÁN DE REGIMIENTO.
UN ALCALDE.
UN ESTUDIANTE.
MESONERO.
LA MOZA DEL MESÓN.
EL TÍO TRABUCO,   arriero.
EL TÍO PACO,   aguador.
EL CAPITÁN PREBOSTE.
UN SARGENTO.
UN ORDENANZA A CABALLO.
Soldados españoles.
Arrieros.
Lugareños.
Lugareñas.





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Jornada primera


La escena es en Sevilla y sus alrededores

 
La escena representa la entrada del antiguo puente de barcas de Triana, el que estará practicable a la derecha. En primer término, al mismo lado, un aguaducho, o barraca de tablas y lonas, con un letrero que diga: Agua de Tomares; dentro habrá un mostrador rústico con cuatro grandes cántaros, macetas de flores, vasos, un anafre con una cafetera de hoja de lata, y una bandeja con azucarillos. Delante del aguaducho habrá bancos de pino. Al fondo se descubrirá de lejos parte del arrabal de Triana, la huerta de los Remedios con sus altos cipreses, el río y varios barcos en él, con flámulas y gallardetes. A la izquierda se verá en lontananza la Alameda. Varios habitantes de Sevilla cruzarán en todas direcciones durante la escena. El cielo demostraráel ponerse el sol en una tarde de julio, y al descorrerse el telón aparecerán: EL TÍO PACO, detrás del mostrador en mangas de camisa; EL OFICIAL, bebiendo un vaso de agua, y de pie; PRECIOSILLA, a su lado templando una guitarra; EL MAJO y los DOS HABITANTES DE SEVILLA, sentados en los bancos.

 

Escena I

OFICIAL.-  Vamos, Preciosilla, cántanos la rondeña. Pronto, pronto: ya está bien templada.

PRECIOSILLA.-  Señorito, no sea su merced tan súpito. Déme antes esa mano, y le diré la buenaventura.

OFICIAL.-   Quita, que no quiero zalamerías. Aunque efectivamente tuvieras la habilidad de decirme lo que me ha de suceder, no quisiera oírtelo... Sí, casi siempre conviene el ignorarlo.

MAJO.-   (Levantándose.) Pues yo quiero que me diga la buenaventura esta prenda. He aquí mi mano.

PRECIOSILLA.-  Retire usted allá esa porquería... ¡Jesús, ni verla quiero, no sea que se encele aquella niña de los ojos grandes!

MAJO.-    (Sentándose.)  ¡Qué se ha de encelar de ti, pendón!

PRECIOSILLA.-   Vaya, saleroso, no se cargue usted de estera; convídeme a alguna cosita.

MAJO.-  Tío Paco, déle usted un vaso de agua a esta criatura, por mi cuenta.

PRECIOSILLA.-  ¿Y con panal?

OFICIAL.-  Sí, y después que te refresques el garguero y que te endulces la boca, nos cantarás las corraleras.


(El aguador sirve un vaso de agua con panal a PRECIOSILLA, y el OFICIAL se sienta junto al MAJO.)


HABITANTE 1º.-   Hola; aquí viene el señor canónigo.


Escena II

CANÓNIGO.-  Buenas tardes, caballeros.

HABITANTE 2º.-  Temíamos no tener la dicha de ver a su merced esta tarde, señor canónigo.

CANÓNIGO.-   (Sentándose y limpiándose el sudor.) ¿Qué persona de buen gusto, viviendo en Sevilla, puede dejar de venir todas las tardes de verano a beber la deliciosa agua de Tomares, que con tanta limpieza y pulcritud nos da el tío Paco, y a ver un ratito este puente de Triana, que es lo mejor del mundo?

HABITANTE 1º.-  Como ya se está poniendo el sol...

CANÓNIGO.-  Tío Paco, un vasito de la fresca.

TÍO PACO.-  Está usía muy sudado; en descansando un poquito le daré el refrigerio.

MAJO.-   Dale a su señoría el agua templada.

CANÓNIGO.-  No, que hace mucho calor.

MAJO.-   Pues yo templada la he bebido, para tener el pecho suave, y poder entonar el Rosario por el barrio de la Borcinería, que a mí me toca esta noche.

OFICIAL.-  Para suavizar el pecho, mejor es un trago de aguardiente.

MAJO.-   El aguardiente es bueno para sosegarlo después de haber cantado la letanía.

OFICIAL.-  Yo lo tomo antes y después de mandar el ejercicio.

PRECIOSILLA.-   (Habrá estado punteando la guitarra, y dirá al MAJO:)  Oiga usted, rumboso, ¿y cantará usted esta noche la letanía delante del balcón de aquella persona?...

CANÓNIGO.-  Las cosas santas se han de tratar santamente. Vamos. ¿Y qué tal los toros de ayer?

MAJO.-  El toro berrendo, de Utrera, salió un buen bicho, muy pegajoso... Demasiado.

HABITANTE 1º.-  Como que se me figura que le tuvo usted asco.

MAJO.-   Compadre, alto allá, que yo soy muy duro de estómago... Aquí está mi capa,  (Enseña un desgarrón.) diciendo por esta boca que no anduvo muy lejos.

HABITANTE 2º.-  No fue la corrida tan buena como la anterior.

PRECIOSILLA.-  ¡Como que ha faltado en ella don Álvaro el indiano, que a caballo y a pie es el mejor torero que tiene España!

MAJO.-   Es verdad, que es todo un hombre, muy duro con el ganado, y muy echado adelante.

PRECIOSILLA.-   Y muy buen mozo.

HABITANTE 1º.-  ¿Y por qué no se presentaría ayer en la plaza?

OFICIAL.-  Harto tenía que hacer con estarse llorando el mal fin de sus amores.

MAJO.-  Pues, qué, ¿lo ha plantado ya la hija del señor marqués?...

OFICIAL.-  No; doña Leonor no lo ha plantado a él, pero el marqués la ha trasplantado a ella.

HABITANTE 2º.-  ¿Cómo?...

HABITANTE 1º.-   Amigo, el señor marqués de Calatrava tiene mucho copete, y sobrada vanidad para permitir que un advenedizo sea su yerno.

OFICIAL.-  ¿Y qué más podía apetecer su señoría, que el ver casada a su hija (que, con todos sus pergaminos, está muerta de hambre), con un hombre riquísimo y cuyos modales están pregonando que es un caballero?

PRECIOSILLA.-  ¡Si los señores de Sevilla son vanidad y pobreza todo en una pieza! Don Álvaro es digno de ser marido de una emperadora... ¡Qué gallardo!... ¡Qué formal y qué generoso!... Hace pocos días que le dije la buenaventura (y por cierto no es buena la que le espera si las rayas de la mano no mienten), y me dio una onza de oro como un sol de mediodía.

TÍO PACO.-  Cuantas veces viene aquí a beber me pone sobre el mostrador una peseta columnaria.

MAJO.-   ¡Y vaya un hombre valiente! Cuando en la Alameda Vieja le salieron aquella noche los siete hombres más duros que tiene Sevilla, metió mano y me los acorraló a todos contra las tapias del picadero.

OFICIAL.-  Y en el desafío que tuvo con el capitán de artillería se portó como un caballero.

PRECIOSILLA.-  El marqués de Calatrava es un vejete tan ruin, que por no aflojar la mosca, y por no gastar...

OFICIAL.-   Lo que debía hacer don Álvaro era darle una paliza que...

CANÓNIGO.-   Paso, paso, señor militar. Los padres tienen derecho de casar a sus hijas con quien les convenga.

OFICIAL.-   ¿Y por qué no le ha de convenir don Álvaro? ¿Porque no ha nacido en Sevilla?... Fuera de Sevilla nacen también caballeros.

CANÓNIGO.-   Fuera de Sevilla nacen también caballeros, sí señor; pero... ¿lo es don Álvaro?... Sólo sabemos que ha venido de Indias hace dos meses, y que ha traído dos negros y mucho dinero... ¿Pero quién es?...

HABITANTE 1º.-  Se dicen tantas y tales cosas de él...

HABITANTE 2º.-   Es un ente muy misterioso.

TÍO PACO.-  La otra tarde estuvieron aquí unos señores hablando de lo mismo, y uno de ellos dijo que el tal don Álvaro había hecho sus riquezas siendo pirata...

MAJO.-   ¡Jesucristo!

TÍO PACO.-   Y otro, que don Álvaro era hijo bastardo de un grande de España, y de una reina mora...

OFICIAL.-  ¡Qué disparate!

TÍO PACO.-  Y luego dijeron que no, que era... No lo puedo declarar..., finca... o brinca... Una cosa así..., así como... una cosa muy grande allá de la otra banda.

OFICIAL.-   ¿Inca?

TÍO PACO.-   Sí, señor, eso: inca... inca.

CANÓNIGO.-  Calle usted, tío Paco, no diga sandeces.

TÍO PACO.-   Yo nada digo, ni me meto en honduras; para mí, cada uno es hijo de sus obras, y en siendo buen cristiano y caritativo...

PRECIOSILLA.-   Y generoso y galán.

OFICIAL.-   El vejete roñoso del marqués de Calatrava hace muy mal en negarle su hija.

CANÓNIGO.-  Señor militar, el señor marqués hace muy bien. El caso es sencillísimo. Don Álvaro llegó hace dos meses, nadie sabe quién es. Ha pedido en casamiento a doña Leonor, y el marqués, no juzgándolo buen partido para su hija, se la ha negado. Parece que la señorita estaba encaprichadilla, fascinada, y el padre se la ha llevado al campo, a la hacienda que tiene en el Aljarafe, para distraerla. En todo lo cual el señor marqués se ha comportado como persona prudente.

OFICIAL.-  Y don Álvaro, ¿qué hará?

CANÓNIGO.-   Para acertarlo debe buscar otra novia, porque si insiste en sus descabelladas pretensiones, se expone a que los hijos del señor marqués vengan, el uno de la universidad, y el otro del regimiento, a sacarle de los cascos los amores de doña Leonor.

OFICIAL.-  Muy partidario soy de don Álvaro, aunque no le he hablado en mi vida, y sentiría verlo empeñado en un lance con don Carlos, el hijo mayorazgo del marqués. Le he visto el mes pasado en Barcelona, y he oído contar los dos últimos desafíos que ha tenido y ya se le puede ayunar.

CANÓNIGO.-  Es uno de los oficiales más valientes del regimiento de Guardias Españolas, donde no se chancea en esto de lances de honor.

HABITANTE 1º.-   Pues el hijo segundo del señor marqués, el don Alfonso, no le va en zaga. Mi primo, que acaba de llegar de Salamanca, me ha dicho que es el coco de la universidad, más espadachín que estudiante, y que tiene metidos en un puño a los matones sopistas.

MAJO.-  ¿Y desde cuándo está fuera de Sevilla la señorita doña Leonor?

OFICIAL.-  Hace cuatro días que se la llevó el padre a su hacienda, sacándola de aquí a las cinco de la mañana, después de haber estado toda la noche hecha la casa un infierno.

PRECIOSILLA.-   ¡Pobre niña!... ¡Qué linda que es, y qué salada!... Negra suerte le espera... Mi madre la dijo la buenaventura, recién nacida, y siempre que la nombra se le saltan las lágrimas... Pues el generoso don Álvaro...

HABITANTE 1º.-  En nombrando el ruin de Roma, luego asoma... Allí viene don Álvaro.

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