Escapé del
trueno y di en el relámpago, porque este era mucho
peor que el ciego. No digo más, sino que toda la miseria del mundo estaba
encerrada en éste.
Tenía un arcón de
madera viejo y cerrado con llave, la cual llevaba con una cinta atada a la
capa. Y cuando traía comida a casa la metía en el arca y la dejaba cerrada. Y
en toda la casa no había ninguna cosa de comer como suele haber en otras: algún
tocino
colgado cerca de la lumbre, algún queso puesto en alguna tabla o en el
armario, algunos pedazos de pan que de la mesa sobran, que me parece a mí que, aunque
de ello no me aprovechara, sólo con la vista me consolara.
Solamente había una
ristra
de cebollas en una habitación de lo alto de la casa que también tenía cerrada
con llave. Me daba una cebolla cada cuatro días y cuando le pedía la llave para
ir por ella, si alguien estaba presente, echaba mano al bolsillo y con gran
solemnidad la desataba y me la daba diciendo:
- Toma y devuélvemela
después y no comas más de la cuenta.
Como si dentro de
ella estuvieran todas las conservas de Valencia, con no haber en dicha
habitación, como dije, otra cosa que las cebollas colgadas de un clavo.
Las cuales él tenía tan bien contadas, que si, por mi desgracia, comiera más de
una ración, me costaría caro. Finalmente, yo me moría de hambre.
ACTIVIDADES
1.- Busca en el diccionario las
palabras en cursiva.
2.- Escapé del trueno y di en el
relámpago. ¿Qué significa esta
frase? Puede haber más de una respuesta correcta.
a) Que había una gran tormenta.
b) Que va de mal en peor.
c) Que el ciego era malo, pero el cura era peor.
3.- Aunque de ello no me
aprovechara, sólo con la vista me consolara.
a) Lázaro sufría con solo ver la comida.
b) Habría estado satisfecho con
ver solo comida en aquella casa.
4.- ¿Cuál es el problema que ya tenía
con el ciego y ahora se agrava con el cura?
Los sábados se comen en esta tierra cabezas de
carnero
y me enviaba por una, que costaba tres maravedís.
Cocía la cabeza y comía los ojos y la lengua y
el cogote y sesos y la carne que en las quijadas tenía y me echaba todos los huesos roídos al plato,
diciendo:
- Toma, come y disfruta, que para ti es el
mundo. Mejor vida tienes que el Papa.
«¡Tal te la dé
Dios!», decía yo en voz baja.
Al cabo de tres
semanas que estuve con él me quedé tan flaco que no me podía sostener sobre las
piernas de pura hambre. Sentí que me iba a la sepultura, si Dios y mi saber no
me remediaran.
Cuando en misa
estábamos, no se le escapaba ninguna moneda de las que la gente daba, un ojo
tenía en la
gente y el otro en
mis manos. Acabado el ofertorio me quitaba el cesto y lo ponía sobre el altar.
Nunca pude robarle
una blanca todo el tiempo que con él viví, o por mejor decir, morí. De
la taberna nunca le traje una blanca de vino porque el vino que le sobraba de
la Iglesia lo metía en el arcón y lo administraba de tal forma que le duraba
toda la semana. Y por ocultar su gran mezquindad, me decía:
- Mira, mozo, los
sacerdotes han de ser muy templados en su comer y beber y por esto yo no me
desmando como otros.
Mas mentía
falsamente, porque en las cofradías y mortuorios que rezábamos, a costa ajena
comía y bebía como un lobo.
ACTIVIDADES
1.- Que con él viví, o por mejor
decir, morí.
¿Qué recurso se utiliza aquí? ¿Qué se
pretende destacar?
2.- los sacerdotes han de ser muy
templados en su comer y beber.
Con esta frase se pretende criticar un defecto
del cura como en todo el fragmento. ¿Cuál?
Al final Lázaro se hace con una llave del arcón y…
Pues, así como
digo, metía cada noche la llave en la boca y dormía sin miedo a que el brujo de
mi amo la encontrase. Mas quisieron mis
pecados que una noche que yo estaba durmiendo, la llave se colocó en mi boca de tal manera y postura que el aire que
yo echaba salía por el hueco de la llave y silbaba de tal manera que mi amo creyó, sin duda,
que era el silbido de la culebra. Se levantó muy despacio con el palo en la
mano y llegó a mi cama muy callado para no ser sentido por la culebra. Y cuando
estuvo cerca, pensó que allí entre las pajas, donde yo estaba echado, al calor
mío se había venido. Levantando bien el palo, pensando tenerla debajo y darle
tal garrotazo que la matase, con toda su fuerza me descargó en la cabeza un
golpe tan grande que sin ningún sentido y muy mal descalabrado me dejó.
Se preguntó mi amo
qué podría ser aquella llave, la sacó de mi boca y vio que era igual a la suya.
Fue luego a probarla y con ella resolvió el misterio. Debió de decir el cruel
cazador:
«El ratón y la culebra
que me daban guerra y comían mi comida he hallado».
ACTIVIDADES
¿Qué treta utiliza Lázaro para comer?
¿Cómo termina?
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